En la vastedad de mis sueños, un hombre emergió como una estrella fugaz atravesando la noche de mi conciencia.
Sus ojos, profundos como océanos ocultos, me mostraron un mundo que hasta entonces
había permanecido velado para mí.
Su presencia era un faro en la niebla, una brisa suave que susurraba
verdades que no conocía.
Desde aquel instante, mi alma se convirtió en viajera, peregrina en busca de ese destello fugaz, de esa chispa que encendió mis días
con la luz de lo inesperado.
Camino entre los pliegues del tiempo, persiguiendo su rastro como se sigue
el eco de una melodía que aún resuena
en los rincones de la memoria.
Cada noche, los sueños me conducen de nuevo a él, a ese umbral donde lo irreal se entrelaza con lo tangible.
Y aunque no siempre lo alcanzo, sé que algún día, al final de esta travesía, volveré a encontrarlo, y el mundo, una vez más, cambiará ante mis ojos.
podrán culparlo por sus acciones, pero no por su forma de amar, provocar un accidente haciendo que el joven perdiera su memoria para hacerlo suyo, le salió bien pero no quiere decir que se salvara de la verdad, su castigo será estar ocho años de los ojos que eran su obsesión, pensando que estos ya se encontraban cerrados para siempre bajo tierra, pero por error el mafioso jefe de corea, descubre que todo fue una farsa, y los ocho años de sufrimiento lejos de su obsesión habían acabado