-Hueles tan jodidamente bien, Sam -dijo con voz ronca. Escuchar mi nombre en sus labios me paralizó, el deseo que sentía creció. Su mano se alejó de mi boca despacio, nos quedamos unos segundo mirándonos fijamente. Mis labios se apretaron por el enojo que estaba sintiendo. - ¿Cómo sé que eres tú mi mate y no estás utilizando esto a tu favor? -le inquirí muy estúpidamente. Su sonrisa lobuna se hizo más grande y se acercó más a mi rostro. Su mano que estaba suelta tomó mi cuello haciendo que alce la cabeza, su boca se apoderó de la mía. Sus movimientos eran precisos y exigentes sobre mis labios. El aroma a limón y canela comenzó a inundar mis pulmones. Mis sentidos estaban más que alterados, haciendo que deje de resistirme. Abrí mi boca aceptando el paso de su lengua. Sus labios chuparon mientras que mi lengua paseaba por su labio superior, un calor líquido comenzó a pasar por mis venas sin entender que era. Mi cuerpo estaba tan sensible que solo sentir como su mano bajaba por el costado de mi pecho hasta mi cintura hizo que un gemido salga de mi boca. Quería enredar mis dedos en su cabello y acercarlo más a mi cuerpo. No sabía cuanto tiempo estuvimos así. Solo sabia que no quería apartarme de él. Mi conciencia tomó su lugar, haciéndome saber que estar maldito había ocultado su olor todo este tiempo para que no lo supiera. Sin pensarlo ni un minuto en un movimiento tomé su labio inferior cuando Alfa Lucian comenzó a lamer mi labio superior. Mis dientes se hundieron en su carne con todas mis fuerzas. Su sangre se filtró en mis papilas gustativas a la vez que Alfa Lucian me soltaba poniéndose a un costado. Por mi parte salí a las corridas, no sin antes girarme rápido y verlo tocarse el labio. Lo último que escuché fue: -Interesante -dijo voz ronca.