Sin importar el eco de la sirena de la patrulla y la ambulancia que chillaban en un intento de presencia, solo lograba concentrarme en lo que iluminaban la luz de las linternas de los oficiales, el abrigo porque había derramado sangre y sudor, por el que trabaje tanto para dárselo como regalo. Estaba roto como si un tractor se lo hubiera tragado, sucio y lleno de sangre de seca. Con dificultad logro oír el sonido de la voz de mi madre. ¿Cómo pudo pasar en un pueblo pequeño y tranquilo de Vermont? La historia es mía totalmente, queda prohibido su copia.