Más le mira más se acelera su corazón, más se odia a si mismo. Desea besarle, abrazarle, pero se encierra en su habitación, hasta que el sentimiento pase. Tortura infinita para ese chico con lujos. Le mira, le sonríe; esquiva con sus ojos sus labios, sonrojado, enfurruñado por aquel sentimiento. Pasan las horas, las clases, termina. Se miran de reojo a la salida.
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