-Quiero que la enamores, te pagaré lo que me pidas-dijo la mujer, mientras acariciaba el pecho desnudo de el Gigoló.
-¿Por qué quieres que enamore a la enemiga de mi familia?-preguntó el Gigoló.
-No lo sé, pero luego quiero... que le rompas el corazón. Le digas las peores cosas que le puedes decir a una mujer. Quiero verla sufrir, no soporto ver que siempre sea el centro de atracción de todo el mundo-dijo la mujer y el Gigoló la mira.
-Quiero cincuenta mil dólares-dijo el Gigoló y ella sonríe.
-Trato echo, mañana te daré el dinero-dijo la mujer y besa al Gigoló.
-¿Aún tienes energía para un poco más de sexo?-dijo la mujer y el Gigoló entró en ella arrebatándole un gran gemido.
La regla número uno de un Gigoló es que ninguna clienta se enamore de él. La regla número dos era darle pasion a las mujeres y la regla tres, que debían ser totalmente discretos y la regla número cuatro, la más importante de todas, era que un Gigoló nunca podría enamorarse de una de sus clientas.
¿Creen que se rompa una de estas reglas?
-Me gustas...- Se acercó lentamente -No sabes lo que dices- retrocedió -Por supuesto que lo sé, usted también me desea profesora- recortó una vez más la distancia.
-Al carajo- La profesora la besó. Aún cerca de sus labios susurro -Has influenciado a que llegue al pecado...-