Los gemelos eran, por designio, un misterio para todos, es decir, ¿No daba miedo ver a alguien más con tu mismo rostro? Eso mismo sintieron Wang Yi y Wang Yu, dos niños de diez años que no se conocían en lo más mínimo. ¿Acaso la Diosa de la Luna quería hacerles una broma? Si era sí, no les parecía para nada gracioso, después de todo tenían el mismo rostro. Mismos ojos. Misma nariz. Misma sonrisa. Misma estatura. Misma voz. ¡Todo! ¡Absolutamente todo era igual en ellos! ¡Tanto que para sus amigos era escalofriante! ¿Pero quién lo diría? Todo pasaría a ser una divertida aventura desde su encuentro. Uniendo a dos almas que una vez ardieron en el fuego más apasionante de sus vidas y, tal vez, solo tal vez, ese fuego nunca se extinguió.