Valentín conoce a Casper un día lluvioso en otoño a finales de septiembre. Usando su buzo negro, que le llegaba a las rodillas y que tenía manchas de helado de pistacho justo en el centro. Con sus botas negras, la cual una le faltaba la suela, y su jean roto, mostrando sus moretones y raspones en sus rodillas. Tenía pintura en sus manos, nariz y mentón. Era un completo desastre, pero estaba permitido, al fin de cuentas se encontraba ingresando en el centro de rehabilitación para jóvenes en Denver, Colorado. Casper solo le sonrió, mostrándole el espacio que tenía entre sus paletas antes de dar media vuelta y desaparecer.