Porque algún día, quien sabe cuándo, seré el herrero capaz de forjar su voluntad en forma de corona, seré grande, magnífica, y no habrán banderas rojas que decida abrazar, ni otros reyes que puedan vencerme, ni cañones que derrumben mi bastión, pues estará bien construido. Porque ni tú, o quizás otro, o tal vez yo misma, será capaz de dañarme y mi torre se alzará, alta y poderosa, por encima de lo que la vista pueda acaparar.
Y entonces, solo entonces, seré una reina completa.
Y seré invencible.