La lluvia caía con intensidad y los rayos iluminaban la oscura bodega. En el suelo se encontró una persona sonriendo, indiferente a lo que le pudiera suceder. Para él, los demás eran unos monstruos asesinos que merecían morir. Su único deseo era que dejaran de existir. -Sólo son un error de los dioses -dijo mientras gruñía-. No entiendo por qué los quieren. Ustedes han matado a muchas personas, tanto buenas como malas. Pero ustedes son peores que ellos. Se creen mejores que los demás, cuando en realidad sólo son una mierda -sujetó con fuerza el mazo- ustedes sólo merecen la muerte por los crímenes que han cometido. Todo lo que han hecho está mal. Pero las personas que los admiran piensan que están haciendo lo correcto -regaló una sonrisa- todos están mal, pero yo voy a arreglar las cosas con sus muertes. No me importa si me odian voy arreglar todo. Se acercó a él con odio y miró a su alrededor-. Todos creen que son ustedes fuertes. En todos los lugares a los que he ido, siempre es lo mismo: todos los quieren, los creen fuertes, inmortales. ¡Qué estupidez! Todos tienen un punto débil -puso su mirada en él- como ese maldito monstruo, también morirá como ustedes. -Me encargaré de borrarlos de la faz de la Tierra. No quedará nada de ustedes. Morirán, y una vez que eso pase, mataré a todos los humanos -dijo con una sonrisa- pero primero empecemos contigo.