Sinopsis:
Él se paró fuera de su casa, miro a los costados a ver si alguien lo observaba, no, no había nadie,
del bolsillo de su terno gris saco una menta, se la medio a la boca, luego saco un pañuelo blanco y se limpió los labios
“por si acaso”, se dijo él mientras sonreía, amaba a su esposa, la amaba muchísimo, pero ella era muy
inocente, no quería hacerle daño, pero ya había escogido eso, ya había hecho su elección, iba a jugar hasta que se cansara “ nadie sabrá nada” volvió a repetirse una vez más como lo hacía cada tarde al llegar a su casa, tomo la llave y la introdujo, un aroma a aderezo flotaba en el aire, cerró los ojos y sonrió, desabrocho los botones de su terno y se lo saco, cerró la puerta y tiro el saco gris en el perchero
-amor- dijo fuerte mientras se desabotonaba su camisa blanca- ¿Aida?- dijo frunciendo el ceño-
¿Aida dónde estás?- dijo entrando a la cocina, su comida estaba servida ahí, se giró y subió corriendo a la habitación- AIDA- grito mientras corría a su cu
*Historia ganadora de los WOWAwards 2017*
-¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? - preguntó él, deteniendo mi plan de huida.
-No.
-¿Por qué no? -rio, mostrando aquellos dientes tan blancos y tan perfectos.
-Porque no.
Narciso se levantó, rodeó su escritorio teñido de blanco y reposó su trasero sobre él, con una pierna sobre la otra, mirándome como si fuera algo insignificante a través de aquel par de ojos azules.
-Infringe una. Ahora.
-¿Por qué iba a hacer eso? -me alarmé, aunque sopesaba ideas.
-Porque quieres hacerlo.
-¿El qué?
Sonrió y supe que era la sonrisa más bonita del mundo, tal vez porque él quería que así fuera.
-Bésame.
Narciso, el hombre más arrogante y ególatra que había conocido, me acababa de decir que le besara.
Allí, en aquel preciso instante.
-Besa a tu jefe y rompe las normas.