Yo jamás quise ser un Pran, pero la vida me jugó una mala pasada y me envió a ese pueblo minero para aprender lo que era el malandreo, la muerte y la miseria de la forma más cruda y real. No todo ha sido malo y no me puedo quejar, después de todo, la meta siempre fue hacer dinero, tener mujeres y lujos y lo conseguí, pero después de la muerte de Joseito el Pran todo cambio en mi vida nuevamente. Sé que Dios algún día me pasara factura y no me siento orgulloso de mis actos, de igual forma sé que tengo las manos llenas de sangre, pero a pesar de eso soy feliz y tengo esperanzas, ya que aún tengo la oportunidad de utilizar ese dinero para salvarle la vida a mi mamá.