Cuenta la leyenda que Jacinto era hijo del rey de Esparta, y era tan guapo tan guapo, que Apolo cayó rendido a sus pies. Mas Apolo había sido maldecido por cupido y no podía enamorarse, pues sabía que tarde o temprano, Jacinto acabaría rompiéndole el corazón como quien rompe una taza de té.