De manera recurrente escuchamos el término mujer; pocas veces nos sentamos a reflexionar sobre el peso que subyace tras esa palabra. No estoy segura de habitarme, como siempre, cada que inicio una obra cual mecanismo de supervivencia o sanación. Este acercamiento autobiográfico surge luego de casi cuatro años en los que decidí silenciarme para reconocerme, sentirme. Anarkhia es fruto de cientos de horas filosofando en torno a la vida misma, tras algunas renuncias y pérdidas que reconfiguraron mi cosmogonía personal e identidad. Pasé de la etapa del hedonismo al existencialismo descarnado y visceral. Mi primera obra fue fruto del placer. Esta, por su parte, es el cúmulo del descaro y la resistencia.
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