-Melissa. - me llamó mi padre lo más flojo que pudo. Él estaba cerca de la puerta, mi hermano sentado en la cama y yo me mantenía al final del cuarto, pegada a la ventana. -¿Donde lo has escondido? Han venido a por el dinero, quieren lo que es suyo.- me habló entre dientes. - No te lo voy a decir papá, te pondría en peligro.- le dije susurrando con las lágrima ardiendo en mis ojos, amenazando con salir. Estaban muy cerca, habían comenzado a subir las escaleras y eran muchos. Demasiados. -Ohh si.- habló una voz desconocida. "No puede ser" -Ya lo creo que sí. - dijo de nuevo la voz grave cerca mía. Mis ojos se abrieron como platos y giré sobre mis talones. -¡Melissa!.- gritó mi hermano. Fue lo último que escuché antes de desvanecerme por el golpe.