La risa frívola y estridente proviene de todos lados, no tiene caso que gire en su dirección, podría estar tanto frente de mí como detrás. Estoy horrorizada y me siento como una completa tonta. -Joelle, preciosa -dice sin emoción alguna-, ¿tienes miedo? ¿Qué si tengo miedo? Tengo tanto miedo que prácticamente lo exudo. Mis piernas tiemblan como si no hubiera un mañana y mis dientes no dejan de castañearme. De todas las cosas que me trajeron aquí, lo que dije, lo que no dije, lo que me faltó hacer y lo que no debí, sobre todo lo que no debí...Ojala pudiera borrarlo y empezar otra vez, ojala le hubiera dicho a mamá desde el principio. -¿Lo tienes? -. Susurra en mi oído izquierdo al tiempo que lo siento deslizarse y tomarme de la melena. Sus dedos largos y sus uñas afiladas recorren mi nuca sin descaro alguno-. No hay porque temer, mi Joelle. Ya lo sabes, ¿no? Solo el miedo trae a la vida a los monstruos. Y tú no quieres traer al mío.