Ese sentimiento. Ese sentimiento que te desgarra las entrañas, donde pareciera que salen expulsadas de tu cuerpo solo para ahogarte y prolongar tu miseria, nunca terminarla, nunca apagar el motor que te destruye. Esa extraña sensación en la que por muy bien que te encuentres la mano oscura que nace desde el centro de tu sien, desde lo más profundo del espíritu brota para sofocar la luz que ilumina los parajes y lo devora todo sin piedad alguna. El frío físico y mental que te congela los huesos cuando estás tratando de dormir y que te obliga a cubrirte en lágrimas tibias para intentar olvidar. ¿por qué si la existencia misma te obliga a hundirte en tus más profundos terrores no tendrías el derecho a vomitarlo todo y ser finalmente libre?. Si el infeliz no puede deshacerse del peso que carga, si no se puede desprender de la cruz rota que trasciende sus sentidos, ¿no sería bondadoso el Dios que escuchara sus plegarias y le extirpara sus males? ¿No sería bondadoso el demonio que te liberará del sufrimiento sin importar el costo?. ¿Cuál es el costo de la felicidad? ¿Es siquiera compatible la felicidad con el intento de virtud humana? Vivimos en las moscas flotantes de los ojos de un gigante