Me gusta coleccionar cosas. Las guardo pensando que estando resguardadas estarán a salvo de cualquier mal. De entre todas las cosas que colecciono, se podría decir que las cartas de amor que he escrito son mi posesión más preciada. No son cartas de amor convencionales, son para cuando ya no quiero seguir estando enamorado. Cuando termino de escribir mis cartas, me siento liberado. O, al menos, es lo que se supone que deberían de hacerme sentir.