Días de añoranza

Crecer es duro, las vivencias se almacenan y se rememoran. En ciertas situaciones se sacan recuerdos, sin querer quizá, en las que la melancolía invade el pensamiento. Basta un aroma, un sonido o un lugar. Hay quienes se aferran a los buenos tiempos, ya sea por miedo al futuro o por temor a perder el pasado.

Es la incertidumbre el enemigo del desarrollo. Perderse lo conocido y adentrarse a lo nuevo, todos tienen una forma de enfrentarlo.

Roberto está a punto de cumplir trece años, sufre por pasar la transición de niño a adolescente. Le gusta correr, jugar, divertirse. Sus amigos ya olvidaron esos días, a él le aterra hacer lo mismo. Los ha visto convertirse en completos extraños, con maneras de pensar totalmente opuestas hasta hace un par de años, dejar a un lado sus viejas costumbres y adoptar actitudes sin sentido.

Despliega todos esos sentimientos en el próximo cierre de la tiendita de Don Mateo. Nadie parece comprender su dolor, al contrario, no le toman mayor importancia. En cada suspiro se le escapa la niñez, dejando paso a otra etapa de la vida. Una demasiado abrumadora para que la pueda asimilar de golpe.