El momento había finalmente llegado. Por fin podría cumplir aquella promesa que hizo cuando apenas tenía 15 años a esa persona que fue el motivo por el que hizo todo lo que hizo ¿verdad? Y es que él no podía retractarse a estas alturas. Los gloriosos días de estar en una de las pandillas más grandes e importantes de Tokyo habían llegado a su fin. Debía de madurar e integrarse como una persona de bien a la sociedad. ― Supongo que ya no podemos alocarnos ¿no? Es hora de que cada uno siga su camino... Aquella suave voz lo saco de sus pensamientos. Levantando la mirada observo a quien considero su mejor amigo del alma, por quien no le importo rehacer el futuro una y otra vez con tal de salvarlo, regalarle una hermosa pero triste sonrisa. ― Jeje, se sentirá solitario, aun así... Takemitchi... yo... Sus ojos comenzaron a escocer y las lagrimas amenazaban con salir. Pero debía ser fuerte, no puede derrumbarse. Se supone que este era su día, el día mas feliz de toda su vida, donde todos sus amigos están con el para celebrar este momento. Si, por que los había salvado, pero entonces... ¿Por qué...? ¿Por qué se sentía como si su corazón sangrara cuando lo miraba a los ojos? ― Deseo que seas muy feliz con Tachibana-san... Apretando el medallón en forma de trébol que lo mantenía encadenado a cumplir aquella promesa, con los ojos y apretando fuertemente sus labios para no emitir ninguna palabra, Takemichi observo a Manjiro salir por la habitación que era del "novio" No, el no podía, no debía, pero aun así su alma quería gritar, ser libre y entonces poder... ― Man..jiro...