Voy a vivir aunque sea muriendo.

Erase una vez... un mundo repleto de típicos tópicos en el que estos eran los culpables de una vida rutinaria, sin una pizca de emoción. Y un Domingo de mis jóvenes días podría resumirse en un amanecer repleto de whats app y notificaciones que esperan de tu actividad aun cuando tus ojos no están preparados para filtrar tanta luz que sale de tu móvil como si fuera un rayo de luz solar.

Después de esta aventura algunos optan por desayunar y dar el gusto a una boca seca, apenas con sentido del gusto en un mar de lácteos, recorrer montañas amagdalenadas o llanuras tostadas como desiertos, en fin, realmente es perder un tiempo valioso que podría dedicarse a ver un programa, donde unos intentan convencer a otros con débiles armas de convicción por un motivo apenas apreciable y no nos olvidemos del sillón. !Bendito Sillón¡ es un universo que se abre frente a nuestros ojos lleno de pliegues y una galaxia de almohadones que invitan a descansar placenteramente en un sueño orgásmico.

Y al despertar de la siesta del cordero, como decía mi abuela,- que es la siesta antes de la comida de medio día, te encuentras con una mesa infinita de comida que con solo verla se podría decir que ya has comido. Al terminar la ingesta masiva de alimentos solo queda una siesta tipical spanish y un café para despejar la mente.

La tarde de un Domingo y pongamos de invierno podría describirse como... una tarde de película ya sea de vaqueros o de romances y siempre bien arropados para no coger frío con una buena manta donde seamos un neocavernicola en su cueva de ensueño.

Y aquí es donde quería llegar. Soy Marcos y resulta que sufriendo la rutina en mis carnes quise vivir una aventura real que jamás volviera a vivir, que no se resumiera en veinte líneas pero que si pudiera contarse de padres a hijos, que se recordara por siempre, porque fui yo quien me aventuré al mundo de la vida y desafortunadamente también de la muerte.