En la efervescencia de la juventud, el conocimiento de lo que verdaderamente rodea el mundo es un privilegio negado. La creencia arrogante de poseer la certeza absoluta impide apreciar la sabiduría ajena, y la rebeldía juvenil empuja a desafiar las advertencias, ignorando la experiencia de otros. Pero la vida, con su cruel ironía, despliega sus enseñanzas a su propio ritmo. Los años pasan inexorables, dejando marcas en el alma y arrancando la venda de la ilusión. La dura realidad se impone, revelando verdades amargas en cada esquina, mientras la sabiduría se construye sobre los cimientos de los errores y las pérdidas. Bajo un firmamento estrellado, donde la luna derrama su melancólica luz, una mujer de cabello azabache suspiró con pesar. La brisa nocturna acariciaba con ternura sus hebras sedosas, mientras su voz, quebrada por el dolor, resonaba en el silencio - Si tan solo hubiera sabido esto desde el principio, Chat Noir... - La luna, testigo taciturno, ocultaba en su rostro pálido el dolor que nunca mostraría. En ese fugaz instante, la pasión se mezcló con la tragedia en lo más profundo de su ser. La llama del arrepentimiento consumía su corazón, una llama que crecía a medida que las sombras del pasado se alzaban como espectros implacables. Un destino marcado por la tristeza se revelaba, y ella se debatía entre el deseo de desentrañar los secretos ocultos y el peso de las consecuencias que la aguardaban en la oscuridad.