Había llegado la noche, como de costumbre me senté en aquel viejo escritorio, puse un poco de música para liberar mi alma y cada pensamiento que había sobresalido de mi fastidiosa mente. Quería escribir algo, pero no podía encontrar alguna aspiración para continuar; mi mente daba vueltas, quemaba mi cerebro para pensar que es lo que hoy escribiría. Recordé aquella vieja noche cuando estuve a su lado, aquella noche que en pocos minutos pude ser feliz.