El deber y el amor están peleados en este reino. Son pocos los que triunfan en ambos y todos los que sufren en el camino de ser quienes deben ser. Lucerys lo sabía cuando desposó a Aemond, sabía que era su deber, sabía que iba a sufrir porque no se amaban, porque Aemond lo odiaba y su deuda nunca podía ser pagada como su ahora esposo quería. Pero fue estúpido, quiso intentar por lo menos llegar a tener lo que su madre y su padre de nombre tenían, lo intentó y creyó lograrlo, pero fue todo una ilusión... O tal vez no. Advertencia: No hay final feliz para el Lucemond.
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