Para Vela Desdémona Black, Draco Malfoy no es un antagonista de su vida. Es un veneno lento que se le metió bajo la piel sin que se diera cuenta. Un incendio frío que arde sin quemar... hasta que lo hace.
Para ella, Draco es como una tormenta encerrada en un frasco de cristal: revelde, elegante, de modales cuestionables, pero con un alma retorcida por dentro. Su rostro de ángel caído, con esos ojos azules hielo como tormenta en altamar y esa boca cruel que lanza palabras como dagas, es una máscara perfecta para esconder todo lo que realmente es. Arrogante, inteligente, manipulador... y peligroso. Siempre peligroso. Aunque ella nunca oculta su verdadero ser.
Lo odia. Lo odia con cada fibra de su cuerpo. Odia su sonrisa burlona, su manera de caminar como si todo el castillo le perteneciera, la forma en que logra que una multitud lo escuche con sólo un gesto. Lo odia porque la ve. Porque la escanea con los ojos como si pudiera desarmarla desde adentro. Porque se mete en su cabeza, se instala en su pecho, y revuelve todo lo que ella juró tener bajo control.
Draco Malfoy es, para Vela, su igual y su opuesto. Su reflejo más oscuro. Él la desafía, la empuja, la provoca... y peor aún, la conoce. Sabe exactamente dónde tocar para hacerla estallar, y disfruta cada segundo de su destrucción. Pero lo que más la aterra no es el odio. Es el deseo. Ese maldito impulso traidor que se cuela entre los insultos, en los silencios demasiado largos, en la forma en que sus cuerpos se buscan incluso cuando sus palabras se destrozan.
Draco es una maldición con cara bonita.
Y lo peor es que Vela no está segura de querer romperla.
Ella era luz.
No esa luz que ciega, sino la que te abraza sin que lo notes.
Como el sol que se cuela suave entre las hojas en otoño,
o ese brillo dorado que se queda en la piel después de reír hasta que duele.
Él era sombra, pero con un encanto imposible de ignorar.
Un torbellino hecho de sonrisas rotas y valentía temeraria,
el tipo de chico que entra a una habitación y, sin querer, hace que todo se incline hacia él.
Incluido el destino.
Elara Scamander, una Hufflepuff con alma de bosque,
nieta de un magizoólogo famoso y soñadora incurable,
prefiere los rincones tranquilos, los cuadernos llenos de dibujos,
y las personas que deciden quedarse.
Sirius Black, heredero de un apellido pesado, casi como una maldición,
lleva en el pecho un corazón lleno de ruido,
de ideales rebeldes y promesas que nunca aprendió a cumplir.
Nunca debieron mirarse.
Pero lo hicieron.
Una vez. Dos veces. Mil.
Y aunque sus mundos parecían opuestos,
cada roce, cada palabra, fue una chispa
en el incendio que estaban destinados a encender.
Porque a veces, el caos y la calma no se destruyen...
se enamoran.
Bienvenidos a la historia de Sirius y Elara.
A la teoría del caos y la miel... donde todo comenzó con una mirada.