Sarang había pasado la mayoría de su vida odiando su rostro.
Estaba cansada de las burlas y de los insultos, de estar sola, de que nadie pareciera tratarla como a una persona.
¿Era tan importante ser bonita?
Sí, lo era.
Las mentiras le habían ayudado a encajar finalmente, y aunque sabía que no era lo correcto, su secreto no le hacía daño a nadie. Todo lo que tenía que hacer era mantener la farsa tanto como le fuera posible, ¿pero como hacerlo ahora que él había aparecido?
Él, que conocía la verdad, podría arruinarlo todo.