Desde que Gavi vio por primera vez a Pedri quedó flechado, no sabe si es la forma en que sus ojos se achinan al sonreír o como brillaban sus ojos marrones con la luz del sol, lo único que tiene claro es que su amor es prohibido. Pedri no quiere aceptar que desde que comenzó a convivir todos los días con Gavi comenzó a sentir algo más que un cariño de amigos. Su familia es católica y por lo tanto sentir atracción por alguien de su mismo sexo no está en sus planes, pero ya le es demasiado imposible ignorar sus sentimientos