Hesela desde pequeña siempre quiso ser el orgullo de sus padres, mucho más de su madre; la mujer que le dio la vida. Un momento, que se transforma en un recuerdo ácido, daña el lazo que tenían y le da inicio a una serie de desastres en la vida de Hesela. La boca que en algún momento pronunció palabras de amor se llena de blasfemia, dañando su corazón el cual se llena de culpa cada segundo. Nadie nos advirtió que la persona que nos da la vida nos quita muchas veces las ganas de vivirla. Y Hesela, lo aprendió tarde.