Era capáz de hacer todo por el dinero. Y esta no es la excepción, pues llevo bastante tiempo en estos fríos y oscuros callejones cegada por la sed de ese papel verde en mis manos Golpes, huir, golpes, billetes... Era una rutina, tenía costumbre y nada cambiaría eso, jamás encontré a alguien que me hiciera cambiar mi opinión ¿O tal vez no?