"Yo te maldigo Edward Brown. La nuestra será una batalla eterna." Esas fueron las últimas palabras de Balagos, el malicioso dragón que Edward tuvo que sellar. Tras la batalla, fue maldecido por él, condenado a vagar por el mundo, cargando con la pena y la culpa por la muerte de su amada en aquella lucha por toda la eternidad. Cinco siglos pasaron en los que tuvo que aprender a llevar aquel dolor, buscando una forma para romper la maldición y reunirse con ella en al otro lado. Pero el destino es caprichoso y la maldición es mucho mayor de lo que él piensa. Tal vez Balagos no hablaba de la muerte, sino del mango de una espada que apuntaba hacia él.