El laird MacLaren, presionado por el Consejo de ancianos para casarse, decide que será él mismo quien escoja a su esposa. Puesto que es un hombre de trato y modales rudos al que todo el mundo teme, pide ayuda para confeccionar una lista de posibles prometidas. Él es un guerrero, no entiende de cuestiones románticas, solo de cómo usar la espada. Muriel MacGregor lleva enamorada de Rodric desde que era una niña. Por eso, cuando el laird le pide que le ayude a conseguir una esposa entre las jóvenes del clan, con tristeza, se traga el orgullo y acepta. Lo único que desea es su felicidad, aunque se le rompa el corazón. ¿Podría la búsqueda de esposa convertirse en una oportunidad para desvelar sentimientos ocultos?