Un chico entra con un regalo a la habitación de su mejor amigo, tenia su típica sonrisa adornando su rostro, le encantaba visitarlo, su compañía le hacia sentir completo. Sin mayor problema abrió la puerta, ya tenían la confianza suficiente para poder entrar a las habitaciones del otro sin tocar. Soltó el regalo que tenia en sus manos con la mirada fija en aquella horrible vista, su sonrisa poco a poco fue desapareciendo, siendo remplazada en su lugar por amargas lagrimas que caían sin control de sus ojos ámbar. Sabia que su amigo tenia problemas, pero el nunca quiso imaginar que llegaría a este extremo, se sentía devastado, roto y sobre todo culpable al no haber llegado mucho más temprano como lo tenia planeado originalmente.