Desde el momento que la vio, supo que era la mujer de su vida, su media naranja, la mujer perfecta, le producía gran placer mirarla, pero ya estaba cansada de solo hacer eso, mirarla en la distancia ya no era suficiente, quería estar cerca de ella. Pero debía hacerlo pronto, de lo contrario se volvería loca, necesitaba tenerla a su lado, sentir su piel, el aroma de su pelo; si no lo hacía, tendría que volver a salir con otra y no funcionaria, porque aquellas chicas no podían compararse a ella.