El bar estaba envuelto en luces de neón, la música retumbando en cada rincón, llenando el aire con una vibración casi palpable. Nicole se movía al ritmo de la canción, sus pies deslizándose sobre el suelo mientras su mente se perdía, como si intentara escapar de todo lo que la atormentaba. Los ojos de los clientes estaban sobre ella, pero ella no los veía; estaba demasiado sumida en su propio mundo, un lugar donde las sombras de su pasado la perseguían, pero donde por un momento, podía sentir algo más que dolor.
Esa noche, sin embargo, algo cambió. De pie en la penumbra, con la luz parpadeante dándole un aire misterioso, lo vio. Andrew. Sus ojos verdes brillaban de una manera inquietante, como si pudieran atravesarla por completo. No era solo su mirada, sino algo en él, una mezcla de dulzura y misterio, que la hizo sentir vista, por primera vez en mucho tiempo, como si pudiera existir más allá de su sufrimiento.
Andrew se convirtió en su refugio. Él era un escape, una promesa de algo mejor, de un futuro donde no tuviera que ser la víctima. Con él, Nicole sintió por fin que había un atisbo de esperanza, una chispa de algo real. Sus ojos verdes ofrecían la seguridad que tanto anhelaba, y ella se aferró a esa promesa con toda su alma.
Pero, a medida que su relación avanzaba, la oscuridad de su pasado y los secretos de Andrew comenzaron a salir a la luz. Él no era el héroe que había creído. Como ella, Andrew también cargaba con su propio tormento, uno que amenazaba con destruir todo lo que habían construido.
Ahora, atrapada entre el amor y el miedo, Nicole debe enfrentarse a la dura realidad de su salvador, preguntándose si el precio por su libertad será demasiado alto.
"En el fondo del abismo, siempre hay una chispa de esperanza."
Dicen que el dolor transforma a las personas, que el sufrimiento cincela una fortaleza que nunca quisimos tener. Si eso es verdad, Ayla era prueba viviente de cómo las ruinas podían convertirse en cimientos. La sonrisa que ofrecía al mundo era un disfraz impecable, aunque por dentro llevaba una guerra que no podía detener.
Con apenas 17 años no tiene la posibilidad de ser joven y despreocupada. No fue solo Mateo lo que le cambió la vida, sino también el precio de decisiones ajenas, la violencia que dejó marcas invisibles y el eco constante de voces que le decían que jamás podría con todo. Sin embargo, Ayla aprendió a caminar sobre la tormenta, aunque eso significara que sus pies sangraran con cada paso.
Ella siempre supo esconderse bien. En su corazón habitaba una fuerza que pocos conocían, pero también una vulnerabilidad que ni ella se atrevía a mirar. Se decía a sí misma que su único propósito era proteger a su hijo, ofrecerle un futuro que ella misma nunca tuvo. Pero las cosas comenzaron a cambiar la noche que Brandon apareció.
Brandon no era un salvador. Tampoco un héroe. Pero traía consigo una promesa peligrosa: la de recordarle que merecía algo más que sobrevivir. En un mundo que respiraba peligro en cada esquina, entre cicatrices y promesas, Ayla descubriría que el mayor riesgo no era enfrentarse a los demás, sino a ella misma.
Porque no importa cuán profundo creas haber caído, siempre hay más por descubrir... en el fondo.