Una chica "maldita", un funeral, un montón de espectros y las consecuencias de pecados pasados convergen en este relato corto lleno de realismo mágico, el cual evoca el estilo desordenado de Mario Vargas Llosa al intercalar la primera y la tercera persona al mismo tiempo, como un ejercicio polifónico en el que el narrador omnisciente y los personajes de la historia dan parte de los hechos y revelan así un secreto familiar tan fantástico como caótico.