──── 𝖨 𝗍𝗁𝗂𝗇𝗄 𝗁𝖾 𝗄𝗇𝗈𝗐s
When we get all alone
I'll make myself at home
And he'll want me to stay...
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Los Ángeles, la ciudad de los sueños rotos y las estrellas fugaces. Para Giselle García, era un laberinto de luces cegadoras y sombras acechantes. La fama, que una vez había sido su mayor anhelo, se había convertido en una prisión de cristal, donde cada movimiento era observado, cada suspiro analizado.
Cuando el paquete llegó, envuelto en un papel negro tan impecable como ominoso, Giselle supo que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
En Quantico, Virginia, el equipo de la Unidad de Análisis de Conducta del FBI recibió la llamada. Un caso que los llevaría a las entrañas de Hollywood, donde la línea entre la realidad y la ficción se difuminaba, y los fantasmas del pasado cobraban vida.
Spencer Reid, el genio incomprendido, el perfilador con un corazón solitario, se sintió atraído por el caso desde el primer momento. La vulnerabilidad de Giselle, la oscuridad que la rodeaba, resonaba en su propia alma atormentada.
Mientras el equipo del BAU se sumergía en la investigación, Spencer se encontró cada vez más cerca de Giselle, intentando descifrar los secretos de su acosador, pero también los de su propio corazón. En un mundo donde la locura acechaba en cada esquina, dos almas heridas estaban a punto de encontrarse, buscando refugio en la oscuridad, esperando encontrar la luz.
El rugido de la multitud aún vibraba en el aire cuando todo cambió. Nueva York brillaba bajo el espectáculo de luces y la euforia de Core Four, la banda que lo estaba conquistando todo. Tory Nichols nunca pensó que su viaje sorpresa para ver a Eli terminaría en un parpadeo de caos. Un impacto. Gritos. Oscuridad.
Despertó en un hospital con la mente vacía, atrapada en una realidad que no reconocía. Frente a ella, dos hombres.
Eli. Su novio, el guitarrista. Sonriente, atento, aferrándose a su mano como si fuera su salvación. Le hablaba de su amor, de su historia juntos, de lo que significaban el uno para el otro. Tory quería creerle. Necesitaba creerle.
Robby. Silencioso, distante, observándola con algo indescifrable en la mirada. No intentaba llenar los vacíos de su memoria con mentiras reconfortantes. No le decía qué debía recordar. Solo estaba ahí, con un peso en los ojos que ella no entendía.
Había despertado en un mundo donde todos parecían conocerla mejor que ella misma. Eli le ofrecía respuestas. Robby, solo un silencio inquietante.
Y en ese silencio, Tory sintió la verdad acechando en la sombra.