El azulejo estaba roto, los vidrios rojos, la tv funcionaba marcando una novela antigua, ya
habían pasado 2 meses y cuarto, va en realidad, no sé bien cuanto tiempo, escuchaba el movimiento
de las ratas que pasaban por el techo, los muebles y hasta por al lado mío sin
ninguna vergüenza alguna, hasta una luz verde se ve a lo lejos, ya estoy
delirando supongo, por suerte el instituto cerro hace seis meses, sino, no sé
sinceramente que haría, me vendrán a buscar
en tan solo un par de horas, fuerzas para salir no tengo, ya no tengo
nada, solo al viejo fantoche ladrando como un desquitado, la lluvia no cesa, y
no tengo nada mejor que esperar a que llegue mi momento, igualmente no me
arrepiento de nada, como me voy a arrepentir de los pasos que me hizo seguir el
destino, total todos cometemos errores, y yo cometí el mío, donde algo pequeño
y personal se convirtió en algo grande que afecto a muchos, no solo a mí .
A pesar de todo, espero algo mejor, si es que queda tiempo para algo mejor, en este
momento solo le pido lo mejor para mi hijo. El seguramente debe andar por un
lugar lejano de aquí, y ya no creo volver a verlo, ojala mi desgracia no lo
acompañe, por es solamente eso lo que pido
Si tan solo ese día no hubiera pasado nada, hoy acá no estaría en esta circunstancia la cual probablemente me costara la vida.
Todo empezó con un doctor, y uno con 37 años puede cometer los mismos errores que
cualquiera, cosa que en ese momento, no creía.
Julián Toranzo, era doctor del establecimiento.