La lujuria y el deseo son pecados carnales los cuales se deben ignorar a toda costa, decía mi padre cada cierto tiempo en su sermón diario en la capilla del pueblo, si se cae en estos pecados Dios os castigará al igual que castigo a Adán y Eva por comer de la manzana.
Crei ciegamente en su palabra, hasta que los conocí, hasta que descubrí que el deseo se sentía bien, que la lujuria era exquisita, pero también descubrí que mi padre tenía razón, el castigo fue demasiado, demasiado dolor durante tantos años, por amar y querer ser correspondida de igual forma, por sentir y experimentar los límites de mi propio deseo.
Y ahora estoy aquí, en un funeral llorando sobre la tumba del hombre al que ame, pero algo extraño paso, algo que me rompió aún más, un aroma, una brisa, un traje negro y unos ojos verdes, un hombre al que lastime, un hombre que me lastimo.
¿Cuánto esta bien entregarle al otro? ¿Con cuanto alguien se siente satisfecho?
Dinero, fama, éxito..
O tal vez... ¿nuestra propia vida?
Fiorella se perdió por darle todo a Patrick,
Patrick perdio a Fiorrella por quererlo todo..