Izuku no llora. Es un arma, y las armas no lloran. No llorará hasta la batalla, cuando esté cayendo por los aires, cuando se dé cuenta de lo real que es que va a morir, porque sí, el médico le advirtió de que esto pasaría, pero siempre ha habido una parte de Izuku que pensaba que viviría para siempre. Como le dijo su padre. O cómo unos cuantos héroes ayudan a Midoriya Izuku a convertirse en algo más que un justiciero perdido.
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