-Y ahora yo los declaro... Marido y mujer. Puede besar a la novia- Si, esa, la misma imagen de ese maravilloso día, es la que tengo ahora en un cuadro frente de mí mientras descansa la décima copa de vino sobre mi mano. El enorme ruido del silencio y la soledad se había acomodado de manera grata en la casa, regalándome el espacio de cualquier rincón para vaciar todas las botellas de vino que guardaba aquella gran vinoteca que El mismo había almacenado en el sótano. Mi mirada perdida, mi cabello enredado, la sutil copa de vino aun sobre mi mano, la mesa ratona cubierta del desorden extremo de hace unos instantes, los papeles sobre el piso y mi rostro cubierto de tristeza arreglado con una tenebrosas ojeras y el mar triste que se arrastraba sobre mi cara era el otro retrato de una historia que hasta aquí parecía el fin. El fin con un Calamitoso Divorcio