- Daphne me advirtió que si seguíamos con esto, sería él quien terminaría lastimado. Llevaban un tiempo allí, simplemente recostados y acariciándose. - ¿De que hablas? - inquirió la castaña en un susurro. Disfrutando las caricias que hacían sus dedos en la piel de su cadera y el frío de sus anillos en sus dedos que descansaban sobre su antebrazo. - Tenía razón. - Lyra se quedó en silencio; sus caricias no se detuvieron. Nunca lo hacían. - Ya no estoy seguro de que es esto, pero sé que no es todo. Hizo presión con su mano sobre su abdomen, pegando su cuerpo al suyo. - Quiero todo, Lyra.