Despertar en la penumbra sofocante, el entorno es desconocido. En la lucha por recuperar la compostura, el silencio es casi absoluto, roto solo por el siseo del viento lúgubre que se cuela por las ventanas rotas de pasillos abandonados.
Al incorporarse, se examina el entorno: un cuarto oscuro y sórdido sin ventanas, con una única puerta de metal oxidada entreabierta. Estar en una celda es desconcertante, y no hay recuerdos de cómo se llegó allí ni de lo que sucedió antes.
En medio de la incertidumbre, se descubren unas hojas de papel en una mesa desgastada, arrinconada junto a la pared. Parecen estar meticulosamente ordenadas. Al tomarlas y echar un vistazo rápido al título en la primera hoja, se lee: "Reglas para vivir en el Manicomio". Son instrucciones escritas paso a paso con una caligrafía caótica y casi ilegible, abandonadas allí por alguien desconocido.
La situación se vuelve cada vez más inquietante, y la sensación de que algo siniestro acecha fuera de la celda, en la oscuridad, confirma que no se está solo. Con determinación, se decide enfrentar lo desconocido y adentrarse en el misterio que rodea este lugar. Sin embargo, lo que yace más allá de la celda permanece oculto, dejando un enigma sin resolver que provoca escalofríos y suspenso en la mente.