Muy en el fondo de mi corazón sabía que era especial, pero no se trataba de algo como lo que ocurría en los cuentos que solía escuchar, yo no quería tener magia o un don que me facilitara la vida, en primer lugar, era tan niña como cualquier otra niña de cuatro años, pero en noches como aquellas, cuando Yue me cantaba mis canciones favoritas, sabía que definitivamente algo era diferente, sobre todo porque al mirar hacia el cielo desde la ventana, encontraba paz y tranquilidad simplemente con admirar la belleza inconmensurable de mi Diosa, Ur. Santa mía, si desde el principio yo me hubiera enterado de que tú; Diosa de la luna y el bosque, protectora de las mujeres y lo sagrado, madre y santidad de los lobos, decidiste bendecir a esta humilde cierva, seguramente habría logrado cumplir con tus expectativas, pero ahora, sin querer ofenderte me pregunto ¿Por qué he tenido que enfrentar semejante prueba? ¿Por qué permites que cosas como está me ocurran? Quiero decir ... ¿Cómo diablos me encuentro dentro del estómago de un lobo feroz? . . . Por favor madre, sácame de aquí.