He oído en incontables ocasiones que el problema no es el problema en sí, sino tu actitud hacia él . Sin embargo, por mucho que intente comprender a Aidan, haciendo acopio de todas mis fuerzas, nada cambia. Seguimos siendo él y yo, un pequeño apartamento y los numerosos rumores que se esparcen como pólvora por el campus. Quisiera enfadarme con todos los estudiantes con complejo de viejas chismosas pero hasta yo entiendo que nuestra situación no se ve todos los días. El cliché más usado de todos los tiempos. La chica buena y el chico malo. La animadora y el boxeador, la niña mimada y el delincuente. Ambos viviendo bajo el mismo techo, presos de los papeles que se nos han sido asignados para interpretar. No es difícil aparentar que todo va bien. Sonríes, saludas y escondes lo que no quieres dejar a la vista. Sin embargo, cuando lo único que nos separa es una pared más fina de lo que nos gustaría, todo se viene abajo. Las voces se cuelan por la puerta, los encuentros inesperados se vuelven constantes y resulta inevitable volverse cercanos. Porque hasta dos polos opuestos pueden ser amigos si conviven lo sufiente y quizás hasta algo más. «A dos personas rotas tratando de reconstruirse a sí mismas, se le llama amor» Estoy bien, pero si me abrazas lloro.