En el pueblo de San Jacinto se rumoran muchas cosas: infidelidades, amoríos, dinero oculto; pero de todas las leyendas, la mayor, y la que le da fama al pueblo es una anécdota tan común que todos los abuelos mexicanos la cuentan. Según las leyendas, a las 3:00 A.M en el Cerro del Pedregal, el mismísimo diablo, señor del infierno y el amo de los pecadores se aparecía, buscando tentar a los incautos para robar su alma, teniendo la eternidad asegurada en el Inframundo. Claramente, era solo una trampa para turistas, eso se decía a sí mismo Javier, quien al ser un Ateo ferviente, negaba la existencia del señor de las Tinieblas, marchando en solitario y armado con una pistola de balines (por los tlacuaches), hacia el tan afamado cerro. Sin embargo, olvido algo: todas las leyendas, por más incoherentes, ocultan algo de verdad.
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