Ese debió ser uno de los días más felices de su vida, pero el destino da muchos giros y sólo bastaron unos minutos para que aquel ambiente alegre se volviera un caos.
—Sé fuerte. —dijo correspondiendo el abrazo. —siempre estaré contigo...
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—¿No la escuchan? —les preguntó una vez. —Es su voz llamándome, diciéndome que me ama. —les comentó mientras veía a través de la ventana como las ramas de los árboles se mecían por el viento,
aquel viento que parecía susurrarles al oído. —Me dice que me está esperando.
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... Ninguno de los dos dijo una palabra, pero ambos regresaron a casa con el corazón lleno de paz y alegría, sabiendo que aquel amor siguió aún después de la muerte.