Así como la lluvia luego de un día caluroso, así entró Zyon en mi vida, como una tormenta, no bella, sublime. Su mirada oscura prometía secretos que te harían cuestionarte hasta cómo amarrarte las agujetas, y su presencia era tan abrumadora que no sabías si estabas soñando o al borde de un colapso nervioso. Era como un póster ambulante de "No te acerques... pero si lo haces, no te arrepentirás".
Y sí, Zyon era muchas cosas: un ídolo de portada de revista, el caos envuelto en cuero y riffs de guitarra, y el tipo que podía hacerte sentir como si el mundo se desmoronara y eso fuera algo bueno. Pero bajo esa fachada de perfección rebelde había capas. Capas tan complicadas como un tutorial de origami avanzado en japonés.
Ahora, si pensabas que esto era todo, déjame presentarte a Harvey. Har-vey. El rubio de ojos celestes, sonrisa deslumbrante y un aire a "salí directo de una novela romántica". Es como si alguien mezclara un dios griego con un poema cursi de primavera. Y no, no me preguntes cómo terminé con estos dos extremos coexistiendo en mi órbita.
Entre los solos de guitarra eléctrica de Zyon y las gardenias metafóricas de Harvey, mi vida se volvió una montaña rusa que alguien olvidó frenar. Es fuego y hielo chocando en pleno apocalipsis, o más bien, gasolina y chispa. Cada día trae un caos nuevo, una emoción que no sé si quiero resolver o dejar flotar como un globo perdido.
Porque, seamos honestos, hay algo adictivo en la tormenta. Y aunque estoy atrapada en esta sinfonía desquiciada de cuerdas y pétalos, no estoy segura...
¿Elegiré el fuego que consume o el refugio que florece?💜
Kim nunca pensó que mentir en su currículum la llevaría a una completa travesía con su joven jefe.
Nico nunca pensó que darle una oportunidad a Kim la convertiría en el amor de su vida.