Desde los antiguos imperios, así como las grandes naciones sean llevado a cabo grandes batallas, maximizando su economía, expandiendo los territorios, conquistado enemigos, elevado su cultura y conocimientos. Alzando banderas y celebrando a los vencedores con laureles de honor, bendiciendo sepulcros que dieron su vida para lograr las proezas que el pueblo tanto necesitaba... ¿o no?
Para cada victoria siempre se exige un sacrificio, mientras más grande es la gloria más es el martirio, y los monarcas siempre están dispuestos a aceptarlos. Para que el esplendor y la gran imagen de Kaláshika se mantenga intachable, se tiene que llevar procesos justos y limpios al igual que el fundador al momento de su creación.
Pero... ¿Siempre justo y limpio?
Para la élite con su mirada desde lo alto, siempre dispuestos a tomar decisiones difíciles, manteniéndose en la cúspide y guiar a los pueblos cuando lo necesitan; pero para los de abajo mirando siempre hacia arriba suplicando migajas, venerando a sus reyes y soportando el derrame de su sangre por el bien del imperio.
Vida, placer y riqueza para la raza privilegiada.
Trabajo, incertidumbre y miedo para la raza común.
Muerte, abuso y sufrimiento para la raza vulgar.