Maverick Williams era una de las jóvenes promesas musicales más conocidas en Estados Unidos. Las peculiares melodías de sus canciones lo catapultaron en su día a lo más alto, logrando cifras récord de Sold Out en todos sus conciertos. Todo el mundo se moría por oír a esa estrella en ciernes, al chico que había logrado enamorar tanto al público como a la crítica desde su habitación en Carlton, una diminuta ciudad enclavada en lo más profundo de Oregón. Sin embargo, hace tiempo que la música y el universo de Mave se tiñeron de gris. Hace tiempo que su futuro perdió el brillo y el color especial que lo caracterizaban. Concretamente, desde que tuvo que dejarla atrás. A ella, a Temperance Smith. La chica que era capaz de ver la música. La chica que conocía todos los colores del mundo.