En un subidón de valentía me animé a compartir algunos de mis escritos más personales con la idea de abarcar otro tipo de novela. Y sin ser capaz de justificarlo, me aterra. He escrito desde tantos sentimientos y con tanta pasión, que me quedo corta eligiendo una etiqueta para esta historia que todavía no empieza. Palabras certeras en busca de un espacio reconfortante, un hueco propio. He descrito traiciones, he hablado de mis temores, relatando sobre desamores y utilizando metáforas para asemejar a mis más sinceros amores. Mi corazón roto más de una vez, mi pecho profanado, mi voz rota y mis vacíos incurables solo fueron los desencadenantes de mi acto de fortaleza más violento. Nadie parece tener en cuenta el poder inédito de la expresión, y menos cuando una cabeza con tanto guardado empieza a soltar en párrafos cada dolor. Me vi hallada en las interminables hojas de mis libros y en las largas tardes frente a mi computadora, intentando descifrar por qué, por más que lo intentaba, solo me sentía segura en lo que hoy no es más que pensamientos hechos libro.
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