Fuerte, valiente, soberbia, egoísta, ególatra, extremadamente cruel y mejor que cualquier hombre, Avangelin se rehúsa a casarse para mantener el control de su reino; pues ella solo disfruta de coger con mujeres y desecharlas tan rápido como le aburren.
La joven duquesa, comienza a levantar las sospechas de sus ciudadanos, después de que la mitad de las prostitutas del pueblo fueran vistas entrando y saliendo de su castillo. En medio del escándalo a nada del motín, decide ir personalmente al prostíbulo para demostrar su autoridad. Ahí es donde conoce a Anya, una joven esclava a la cual prostituían por unas monedas. Al ver la situación precaria en la que Anya y su hijo vivían, la libera, convirtiéndola en su nueva sirvienta. Para Avangelin, Anya solo era una niña, por lo cual, nunca podría verla como una mujer; pero no era así para Anya, que, confundida por sus deseos sexuales prohibidos, se enamora de ella.